“Mira si yo te querré” le susurra al oído Santiago San Román a Montserrat Cambra, sin saber que con el estribillo de aquella canción estaba sellando su futuro para siempre. “Mira si yo te querré” (Premio Alfaguara, 2007) es también el título de la novela de Luis Leante que relata la historia de amor entre dos adolescentes de diferentes clases sociales en la era de Francisco Franco y las consecuencias que ello les acarrea.
Y todo termina mal: un embarazo no deseado, una infidelidad no concebida como tal y un verano que llega a su fin, acaban con la ilusión de sus protagonistas.
Tras largos meses recluida lejos del hogar para esconder al hijo que espera y luego de perderlo en un aborto espontáneo, Montserrat continúa con su vida: se gradúa de médico, contrae matrimonio con un joven doctor y consolida su carrera profesional. Disfruta así de lo que –para muchos– siempre le correspondió, un exitoso porvenir. El paso del tiempo y la comodidad de su día a día la ayudan a olvidar su amor de juventud y suponer que quedó enterrado en el pasado, para siempre. Grave error. El tiempo ayuda, pero nunca se debe confiar del todo en él, porque cualquier arista del presente le servirá para recordarnos que estamos construidos de historias, puras y llanas historias.
Varios kilómetros al sur, Santiago no corre la misma suerte. Sin padre, con una madre al borde de la locura, sin un pasar económico que le asegure el futuro y ante la negativa de Montserrat de corresponder sus sentimientos, decide enrolarse y cumplir el servicio militar en el desierto del Sahara. Lejos, bien lejos de la niña que le come el coco y cerca, muy cerca de la aventura sin pauta ni guión.
Pasan los años y el azar irrumpe para remover aguas estancadas. Una fotografía que cae en manos de Montserrat gatilla su necesidad de encontrar al joven Santiago –al que creía muerto– y emprende un viaje a Marruecos. Con el árido, pero hermoso paisaje de la ex colonia española de esa región del África sahariana, caerá en cuenta de que la tragedia y la locura se unen para testificar –una vez más– que el horror de la guerra arrasa con lo que encuentra a su paso, sin consideración: en el campo de batalla todo lo que se mueve es el enemigo y al enemigo hay que eliminarlo, sin piedad.
En “Mira si yo te querré”, aunque sus protagonistas lo intentan alejándose de él con fuerza y por algún tiempo, ninguno de los dos logra escapar a su destino. Y esa es quizás la peor sentencia que se pueda recibir.
En “Mira si yo te querré”, aunque sus protagonistas lo intentan alejándose de él con fuerza y por algún tiempo, ninguno de los dos logra escapar a su destino. Y esa es quizás la peor sentencia que se pueda recibir.